Son muchos los casos de grandes mujeres cuyos éxitos terminaron siendo empañados por los de sus compañeros masculinos. En ocasiones, fruto de un matrimonio de trabajo en el que la cara visible era la masculina, como Mileva Marić , la primera esposa de Einstein y a la que muchos consideran una pieza fundamental en el legado del genio, o, en España, Gala Dalí, que pasó a la historia por sus excentricidades y no por aportación a la historia del arte mundial.
En la edición de hoy queremos dedicar nuestro Mujeres Tecnólogas a una de estas mujeres cuyos logros terminaron siendo empañados, no por su esposo, pero sí por otros compañeros de trabajo. Es el caso de Margaret Hamilton.
Nacida en el año 1937, en Indiana, EE.UU., Hamilton fue una pieza clave para el programa espacial Apolo. Su equipo fue el encargado de desarrollar el software de navegación ‘on-board’, sin embargo este mérito no le fue oficialmente reconocido hasta el año 2016 cuando el entonces presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, le otorgó la Medalla Presidencial de la Libertad, una distinción que agradece su trabajo en la NASA.
Más allá de sus labores para el desarrollo aeroespacial norteamericano, Hamilton fue una firme defensora del Software. Aunque a día de hoy esa defensa pueda parecer extraña o incluso asumida, lo cierto es que a mediados de los 80, el software estaba en un claro segundo plano, siendo tomado como un complemento y no como la base de una informática que cambiaría el mundo décadas más tarde. En este ambiente fundó Hamilton Technologies INC. Fue ahí cuando acuñó el término ‘Ingeniería de Software’, para poner en valor la disciplina a la que dedicaba buena parte de su esfuerzo. Esta terminología fue objeto de burla, aunque, como el tiempo ha demostrado, el trabajo de Margaret, lejos de de ser inútil, ha terminado siendo el pilar básico de buena parte de la tecnología que se desarrolla a día de hoy.
Industria militar
Es de destacar también su papel en el desarrollo de elementos de defensa para el ejército estadounidense. En la década de los 60, Margaret se embarcó en un proyecto llamado Semi Automatic Ground Environment en el conocido ‘Laboratorio Lincoln’, la iniciativa, que nació como un intento de desarrollar mejores herramientas de previsión del clima, terminó convirtiéndose en un proyecto militar. Margaret fue la encargada de desarrollar el software para el primer ordenador AN/FSQ-7. Su trabajo estaba dirigido a detectar aviones enemigos con la suficiente precisión como para poder tomar medidas de choque.
En resumen, esta es la historia de una mujer realmente relevante, no solo por sus aportaciones al programa Apolo, sino también porque el trabajo que desarrolló en el marco de este y otros proyectos fue clave para el avance del sector tecnológico. Hamilton vivió en la sombra buena parte de su vida, su área de estudio fue ninguneada y sus logros no fueron reconocidos hasta bien entrada la segunda década del presente siglo, pero su legado es la base de los avances tecnológicos de los que disfrutamos hoy en nuestro día a día.