Sergio Costas, Investigador
La tendencia actual de conectar todos nuestros dispositivos a Internet ha obligado a llevar a cabo un importante cambio tecnológico en ésta. Desde 1981 hasta ahora, la red de redes ha utilizado el protocolo IPv4 para enviar la información de un lado a otro, pero éste tiene una grave limitación: no permite interconectar más de cuatro mil millones de dispositivos, debido a que la dirección IP de cada uno (equivalente, en el ámbito de los ordenadores, al número de teléfono) se almacena en 32 bits. Este número no permite ni siquiera asignar una dirección IP a cada persona de la tierra. De hecho, en los últimos años el número de direcciones libres se ha ido reduciendo de manera alarmante, amenazando a la red con morir de éxito.
Para solucionar de manera definitiva el problema se desarrolló el protocolo IPv6, que expande el tamaño de las direcciones IP a 128 bits, lo que supone una cantidad de, aproximadamente, 3,4 x10^38 direcciones. Uno de los principales motivos para una cantidad tan exagerada es que permite simplificar los algoritmos de asignación de direcciones y los de encaminamiento de los datos.
El disponer de un número tan elevado de direcciones permite pensar en nuevas aplicaciones que antes no eran posibles. Así, hasta ahora cada casa recibía una única IP, y todos los dispositivos en ella (ordenadores, tablets, discos multimedia…) debían compartirla, lo que suponía algunos problemas. Con IPv6, sin embargo, cada dispositivo tendrá su dirección IP, y será un ciudadano de primera categoría en la red. Esto permitirá, por ejemplo, acceder desde el exterior a nuestro disco multimedia para programar una grabación.
Un paso más allá en la domótica
Sin embargo, la gran ventaja es que será posible añadir capacidades de comunicación a más dispositivos, tales como la calefacción, la cocina, o incluso las lámparas de iluminación o las persianas eléctricas, permitiendo ir un paso más allá en la domótica. A esto es a lo que se denomina «Internet de las cosas», y su objetivo es dotar de voz a los dispositivos cotidianos, permitiendo que se comuniquen entre sí para ofrecer nuevos servicios y facilitarnos la vida.
Por desgracia, el cambio no es tan sencillo como pulsar un botón o tirar de un cable, pues para que IPv6 funcione es necesario que lo soporten todos los routers, los proveedores de contenidos (google, facebook, youtube, etc), los sistemas operativos de los usuarios, los proveedores de Internet, y los servidores DNS. Cambiar todos estos elementos no es algo que se pueda hacer de un día para otro, lo que obliga a realizar una migración escalonada durante la cual ambos protocolos coexistan. Este proceso puede durar varios años.
La primera prueba a nivel mundial de IPv6 se llevó a cabo el 8 de junio de 2011, y en ella participaron más de 400 proveedores (entre los que se encontraban Google, Microsoft, Yahoo y Facebook), los cuales activaron durante 24 horas la compatibilidad con el nuevo protocolo. Los resultados fueron exitosos, aunque se detectaron algunos problemas que se fueron resolviendo en los siguientes meses.
Pero la gran fecha fue el 6 de junio de 2012, en la cual se activó de manera definitiva y permanente dicho protocolo. Es ahora cuando comienza la fase final de la migración de toda Internet al nuevo protocolo, fase que llevará varios años hasta completarse.
Desde sus comienzos, Gradiant ha apostado por estas tecnologías, y cuenta con amplia experiencia en «Internet de las cosas», campo en el que está desarrollando varios proyectos en colaboración con empresas españolas.