La Primera Revolución Industrial surgió de la invención de la máquina de vapor y la sistematización del trabajo fabril.
Poco después llegó la producción en cadena, abanderada por la industria automovilística norteamericana a través de Henry Ford y el icónico Ford Model T.
La tercera oleada, mucho más cerca, vino (y aún viene) con la adopción de las TIC y el fenómeno de la globalización.
Hoy, la tecnología permite ya hacer más eficiente la cadena productiva, simular virtualmente la fabricación de un producto, prevenir y reparar averías en remoto, y flexibilizar la producción, todo ello sin disparar los costes operativos. La robótica, la sensórica y los sistemas ciberfísicos están mejorando día a día los resultados de la industria. Pero quedan grandes áreas de mejora que sólo pueden ser rentables mediante la innovación tecnológica y el cambio de modelo industrial.
Así las cosas, la cuarta revolución industrial no sólo se dará en las factorías, en los puntos de venta o los procesos de logística: la próxima revolución industrial abarcará toda la cadena de valor. La hiperconectividad y la interoperatividad, la aparición de tecnologías como el Cloud o el internet de las cosas, el Data Analytics, las técnicas de Deep Learning, o la sensorización masiva, ofrecen grandes y nuevas posibilidades a la industria, y sobre todo plantean nuevos retos a resolver.
La industria 4.0 empleará esos nuevos recursos tecnológicos para reducir costes, mejorar los tiempos, y conseguir mejorar la eficacia y la eficiencia en toda la cadena de valor.
Una de las primeras derivadas de la digitalización de los procesos industriales será el